El archipiélago, que forma parte de la región de Macaronesia, está compuesto por diez islas grandes y cinco menores. Las islas de Barlovento incluyen Santo Antão, São Vicente, Santa Luzia (deshabitada), São Nicolau, Sal y Boa Vista. Las de Sotavento incluyen Maio, Santiago, Fogo y Brava.
En la isla de Sal se encuentra el mayor aeropuerto internacional del
país, el aeropuerto Amilcar Cabral. Otras islas importantes son Santiago
y São Vicente, donde se encuentran respectivamente la capital Praia y Mindelo.
Entre los islotes que forman Cabo Verde se destacan: Islote Raso (7
km²), Islote Branco (3 km²), Islote Grande (2 km²), Islote Cima (1.15
km²) e Islote Carneiro (0.22 km²).
Las islas son de origen volcánico, y en la de Fogo
existe un volcán activo. La mayor parte de ellas son montañas
escarpadas cubiertas de cenizas volcánicas, por lo que hay poca
vegetación. El clima es seco y caluroso, con una media de temperatura de
20/25 °C. En los meses de enero y febrero, el archipiélago sufre la
influencia de tempestades procedentes del Sáhara.
Cuando los portugueses colonizaron el archipiélago, en el siglo XV,
las islas hacían justicia a ese nombre: se hallaban cubiertas por una
densa vegetación tropical, que contrastaba con sus rocas volcánicas
negras y el mar azul. No hay evidencia de que las islas estuvieran
pobladas antes de la llegada de los colonos, pero se considera probable
que los árabes
hubiesen visitado en siglos anteriores la isla de Sal para proveerse de
ese elemento. En 1462, los primeros colonos portugueses desembarcaron
en lo que hoy es Santiago y fundaron la más vieja ciudad europea del
trópico: Ribeira Grande
(hoy Cidade Velha). Los portugueses iniciaron el cultivo de la caña de
azúcar. El clima seco no era favorable, pero el desarrollo del comercio
de esclavos (provenientes la mayoría de la costa oeste de África) dio
prosperidad a Cabo Verde. Cuatrocientos años después, la colonización
transformó las islas en un «desierto flotante»: gran parte de la
población había emigrado huyendo del hambre.