Además de la obvia tragedia humana y de destrucción masiva, el terremoto de Japón va a tener efectos realmente duros a largo plazo sobre la economía. Entre un 2% y un 8% en 2011, según a qué experto preguntes. Echemos un vistazo a distintos ámbitos relevantes. Sin pretender una explicación exhaustiva, iremos desde abajo, desde la base, e iremos acumulando factores hacia arriba, para construir la pirámide de la catástrofe económica a la que puede enfrentarse Japón:
1. Energía: como todos los medios se han encargado de recordarnos, Japón tiene casi un 30% de su energía puesta en el sector nuclear. Más allá del ajetreo por el potencial desastre en Fukushima, parece que durante las siguientes semanas va a faltar energía en el norte del país porque, además de las nucleares, otras muchas plantas han sufrido daños irreparables. Mientras, claro, Rusia se frota las manos. Incrementar la dependencia energética nunca es una buena noticia, y menos aún cuando estás en una isla y tus vecinos son China y Rusia. No quieres depender de ellos, aunque sea temporalmente, porque eso encarece la producción, hace disminuir el consumo y genera mayor inestabilidad.
2. Transporte: las redes del norte han quedado seriamente afectadas. Ferrocarriles, aeropuertos, carreteras… Japón, eso sí, es un país que ha gastado mucho en obra civil en los últimos quince años, utilizándola de una forma keynesiana (algunos dirían “perversamente keynesiana) para compensar el déficit de otras áreas de la economía. La parte buena es que la infraestructura aguanta relativamente bien y hay bastantes redes secundarias. La mala es que, como siempre que existen redes facilitadoras en un país basado en la industria y los servicios avanzados que implican movimientos de personas, la economía depende bastante de ellas. Así que será necesario reconstruir. Eso, claro, es dinero. Público, en su mayor parte.
3. Industria: ya sabemos que Toyota, el mayor fabricante de automóviles del mundo y una de las principales empresas niponas, ha cesado toda su actividad hasta el miércoles, pero esto solo es la punta del iceberg. La industria es un 25,3% del PIB de Japón, y se concentra sobre todo en el norte, la parte más afectada por el desastre. Con el transporte a medio gas, los sectores clave (basados todos ellos en la exportación) se verán seriamente afectados. Hará falta una fuerte inversión para recuperar infraestructuras y cadenas de producción y transporte. Cosa que será difícil de por sí, como explicaremos en el punto 5. Por otra parte, los problemas de suministro energético también ralentizarán la recuperación de la industria nipona, por descontado.
4. Exportaciones: simplemente, se van a hundir durante las siguientes semanas. Japón tiene más de un 12% de su PIB puesto en la exportación. Sin transporte, con déficit de energía, y la industria severamente afectada, simplemente no se puede hacer frente a todos los pedidos. No nos engañemos, ahora mismo hay muchas empresas (principalmente chinas) que estarán al acecho para aprovechar la oportunidad y cerrar contratos con clientes que necesitan provisión sí o sí. Si asumimos que los mercados son de competencia monopolística y que cada demandante no compra necesariamente a quien mejores condiciones le ofrece (es decir, el mercado no es eficiente asignando preferencias per se), este movimiento es perfectamente posible. Japón puede perder así un buen puñado de clientes importantes para siempre.
5. Déficit público: es una obviedad decir que esto le está costando muchísimo dinero al Gobierno nipón, pero es una obviedad necesaria. La ingente cantidad de dinero que va a hacer falta para arreglar las infraestructuras energéticas y de transporte, así como los paquetes de estímulo necesarios en industria y exportaciones, van a hacer que un Estado ya de por sí muy endeudado (más del 200% sobre el PIB) tenga que buscar financiación de nuevo. La única “suerte” es que Japón se endeuda esencialmente de manera interna, con préstamos de agentes privados grandes (bancos japoneses) y pequeños (bonos, vamos).
6. Expectativas: es la cúspide de esta nada agradable pirámide. Un Estado que en algún momento ha de llegar a su límite, un país destrozado, una economía estancada que acaba de recibir un golpe de gracia, y una población extremadamente envejecida es el peor cóctel posible para generar expectativas positivas en una economía occidental. SImplemente, no se ve cómo Japón va a poder crecer. Esto va a ahondar en la falta de consumo que se venía dando hasta ahora (con repuntes ocasionales), así como en el proceso de envejecimiento (menos hijos) y en la asignación de las inversiones productivas.
En definitiva, una tormenta perfecta para una economía que llevaba, más que una década, varios lustros perdidos.