Con la apertura de las fronteras de los países intracomunitarios primero y de algunos países extracomunitarios después, son muchas las personas que se plantean si coger un avión es seguro o, si por el contrario, la probabilidad de contagiarse por el COVID-19 es elevada. A priori, podría parecer que meterse en un espacio cerrado como un avión en estos momentos no es la mejor de las ideas pero, ¿es realmente así?
El aire que circula dentro de la cabina de la mayoría de los aviones proviene de dos vías.
Aproximadamente el 50% del mismo es aire nuevo que procede del exterior y que es captado a través de los motores. Este alcanza una temperatura superior a los 200º C (si bien posteriormente se refrigera convenientemente para poder usarse en cabina de manera adecuada), lo que asegura que cualquier patógeno es destruido gracias a este salto de temperaturas.
El resto del aire que respiramos dentro de los aviones, es recirculado. Este se recupera de la cabina y se hace pasar por un circuito de ‘limpieza’ antes de retornarlo. Durante este proceso se utilizan
sistemas de filtrado de alta eficiencia entre los que destacan los filtros HEPA (del inglés: High Efficiency Particulate Air) y los filtros de carbono activo. Estos sistemas tienen una gran eficacia, similar al de las mascarillas FFP3, según se desprende del estudio realizado por el constructor aeronáutico Airbus en donde se analizan los filtros de la familia de aviones A320 con una eficacia del 99,99 %. Estos filtros tienen asimismo otras aplicaciones entre la que destaca la utilización en quirófanos de hospitales.
El aire en el interior del avión se renueva en su totalidad de 20 a 30 veces cada hora, lo que supone una vez cada 2-3 minutos,
tiempo muy inferior al de otros espacios cerrados convencionales como supermercados, gimnasios u oficinas. Además, el flujo del aire en las aeronaves sigue una trayectoria adecuada, ayudando a disminuir la posibilidad de contagios ya que se incorpora por la parte superior del fuselaje del avión y se recupera por la parte inferior (a nivel del suelo), de modo que se reduce la circulación del mismo de manera longitudinal o transversal minimizando que se comparta entre pasajeros sentados en filas o asientos contiguos.
Un riesgo realmente bajo
Si bien todas estas características técnicas son importantes, no lo son menos todas las actuaciones que las aerolíneas están tomando en materia de distanciamiento y limpieza de los aviones. Así, cada vez son más las compañías que están adoptando
nuevos protocolos de actuación como la medición de temperatura corporal de todos los pasajeros antes de embarcar, la obligatoriedad de llevar mascarilla durante la duración del vuelo, la reducción de los servicios de venta a bordo o la desinfección exhaustiva de los aviones entre vuelo y vuelo.Es el conjunto de todas estas medidas el que ha llevado a la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) a afirmar que el riesgo de contagio durante un vuelo es muy bajo. IATA, en varios estudios publicados, pone como ejemplos el vuelo entre Wuhan a Toronto (Canadá) en el que viajó un pasajero con síntomas de coronavirus o el de otro vuelo entre China y Estados Unidos con 12 pasajeros sintomáticos. En ambos casos, no se detectó ninguna transmisión posterior.
A pesar de que el riesgo es bajo, nunca existe el riego cero y por ello no se debe bajar la guardia. Medidas ya habituales como desinfectarse las manos regularmente, evitar desplazarse por el avión durante el vuelo o tocar superficies que no sean estrictamente necesarias son altamente recomendables en los trayectos ya no solo en avión si no en cualquier tipo de transporte colectivo.
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