En su empresa por revisar y adaptar los iconos masculinos a la realidad actual, el hombre ha abrazado el pelo corto como una reivindicación de sus nuevos roles sociales.
Vuelve el pelo rapado. Pelo cortito. Cabellos con la longitud que demanda Guardiola a las briznas de césped sobre el que jugar Fútbol Verdadero. En la era de los vuelos chárter a las clínicas capilares turcas, los hombres han dejado de tenerle miedo a cuchillas y tijeras. Incluso los poseedores de pelazo festejan la caída de sus mechones al suelo de las peluquerías.
El no-pelo está al mismo nivel en términos de estilo que el sí-pelo. No es pequeño el listado de iconos que se han apuntado a los cráneos ligeros de equipaje. Zayn Malik, Cillian Murphy, Tom Hardy, Brooklyn Beckham… Tampoco las pasarelas han sido ajenas a esta tendencia, que convive perfectamente a la sombra de las medias melenas, también en auge.
Asociado a la calle y la estética proletaria, quizá la nueva masculinidad no sea indiferente al emergente orgullo 'worker friendly' que subyace en los tiempos de la Nueva Política. Parece que el Hombre, ese antipático poseedor de cromosomas XY, poda su cabellera restaurando un orden estético particular.
El Hombre regresa a los primeros duros días del campamento o la mili, a cojas mitologías de iniciación.No es casual que vuelvan los peinados icónicos de los 50, la década que más ha definido la masculinidad normativa. Aquellos hombres fueron el sustrato sobre el que se edificó un mundo cuya hegemonía entró en quiebra durante la posmodernidad. Una capa de varones desplazados que ahora entran en cólera y revientan la demoscopia.
El Hombre de los 50 madrugaba, daba los buenos días a la ascensorista del edificio de oficinas o mascullaba mientras arreglaba el eje del tractor en los campos de cereal en Iowa. Luego, en casa, llevaba una camiseta de tirantes y miraba extenuado la televisión en su sofá orejero bebiendo cerveza.
Tenaz optimista, infantil, incapaz de llorar, con el hemisferio cerebral izquierdo atrofiado. El reaganismo, en política, fue su colofón, incapaz de ternura.
Peinados de relativa dureza, estrictos.
Cortes prácticos que no requieren mantenimiento. El hombre primordial dando la espalda al grooming. Rapados cuyo auge hay que buscarlo en el invento de
la máquina cortapelo a manos del barbero serbio Nikola Bizumic.
Casi todos los estilos parten del
formato buzz cut, pelo muy corto que deja ver en plenitud la belleza (o no) del rostro. Dentro caben tanto el corte uniforme de estilo militar que es el
induction cut, como el
burr cut (sólo un paso por delante o el equivalente al primer mes de mili),
el butch cut (cuando detienes la mano expeditiva del barbero y le sugieres un 2 o un 3),
el crew cut (con cierta longitud en lo alto y un recortado decreciente a medida que desciende)…
Se trata asimismo de
un estilo de pelo que compagina bien con el hombre urbano. Podrás quitarte por igual tu casco de motero o asomar la cabeza por la escotilla del tanque sin despeinarte en ningún caso.
Es el complemento perfecto para una barba boscosa de Robinson hípster. Si tienes poca cantidad de pelo, es preferible un buen rapado a hacerse un Anasagasti. Todo son ventajas: aseo rápido en las duchas del gimnasio, fácil mantenimiento, ahorro en gomina y fijadores. Sólo hay un problema:
está contraindicado en el caso de cabezas triangulares o con frente muy prominente.
Un buen rapado conjuga perfectamente con las barbas. O con un moño top knot. Y a pesar de ser un estilo espartano, permite muchas interesantes variaciones, ya sean degradados laterales o tupés planchados, diferente longitud en los laterales o en la parte superior en la nuca… No hay que tenerle miedo a un buen rapado
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