La trucha es un pescado de río que a los amantes de los frutos del mar puede resultarles insípido. De hecho, es bastante sosa, y una de las maneras más habituales de cocinarla es desespinada y rellena de jamón (que por cierto, está divina así).
Hoy la he abierto en dos lomos (era grande) y he elaborado una salsa que le ha quedado fetén. Al utilizar el "caldo" de los berberechos, le ha dado un "toque" marino peculiar, y la mezcla de dulce y salado le ha otorgado una pincelada festiva a tener en cuenta para los domingos, o para sorprender.
Os cuento.
Para una trucha de algo más de medio kilo (dos personas), he necesitado
dos cucharaditas de azúcar (lo he utilizado moreno, pero se puede hacer con azúcar blanquilla también)
dos cucharadas soperas de brandy
una cucharada sopera de aceite de oliva
una cebolla grande
perejil fresco picado (con unas tijeras, por ejemplo)
una latilla de berberechos al natural
He quitado con bastante paciencia las espinas a los lomos de la trucha. Difícil no es, ya que pasando la yema del dedo a lo largo, se detectan en seguida y solamente hay que coger las puntas de éstas y tirar, salen muy fácilmente, pero son unas cuantas, aviso. Les he puesto también un poco de sal a los lomos.
Con una brocha de cocina, he untado con mantequilla el fondo de una sartén amplia (puede ser una plancha), he esperado que tomara bastante temperatura, y he colocado los lomos con la piel hacia abajo. Interesa que al menos durante un par de minutos, la temperatura sea muy alta, para que la piel se tueste, lo que le da una gracia tremenda al plato; la piel tostada de la trucha es un manjar. He bajado después el fuego a moderado, y la he dejado hacer un minuto más, dándole la vuelta con cuidado, y la he "planchado" por el otro lado un par de minutos. Nada más. No me gusta que el pescado quede seco. He apartado cada lomo a un plato.
Previamente he preparado la salsa.
He pelado y picado la cebolla y la he dispuesto en una cazuelita. He añadido el azúcar, el aceite y el brandy, y la he puesto al fuego moderado. Cuando la cebolla ha comenzado a sofreírse, he ido removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera, vigilando para que no se pegara al fondo del recipiente. Ha tardado más o menos veinte minutos en formarse una especie de mermelada de color miel, que era lo que yo quería.
Mientras tanto, entre vuelta y vuelta de cuchara, me he ocupado de abrir la lata de berberechos y pasarla, toda ella, por un colador, dos veces, para eliminar la posible tierra que pudiera contener. Finalmente, una vez volcado el caldo de la lata sobre la salsa, he puesto los berberechos en el colador y les he dado una duchita bajo el grifo.
He puesto la salsa (ya con el caldo de los berberechos) en un vaso batidor y la he triturado.
Para terminar, una vez hecha la trucha, he repartido la salsa por encima, he adornado con los berberechos, y he espolvoreado con el perejil fresco.
Ha sido rico, original y divertido.