el otro día leí esta curiosidad en una revista
de a bordo y la he buscado por internet, de que forma surgió la idea de inventar el clasico terrón de azúcar, esa porción que nos viene justo a medida para endulzar nustra tazita de café..
Corría agosto del año 1841 cuando Juliana Rad se encontraba en su cocina de Dacice, una pequeña localidad a unos 170 kilómetros de Praga (República Checa). Juliana trajinaba reparando la comida y organizando todo mientras su marido, Jakub Krystoff, se preparaba para ir a la fábrica de la que era director. Entre los quehaceres diarios de la mujer se encontraba el de partir el azúcar para endulzar el té del desayuno.
Por aquel entonces, además de no haber vitrocerámicas ni lavavajillas, este edulcorante se vendía en grandes bloques que había que cortar en casa para adaptarlo mejor a las necesidades cotidianas. Se encontraba Juliana en medio de la operación, cuando de repente algo falló y la mujer se rebanó la yema del dedo. Tras el incidente decidió que aquello debía terminarse y pidió a su marido –y a la sazón directivo de la refinería de azúcar de la localidad- que solucionara este problema creando un formato más manejable para vender el azúcar. De hecho, ella misma sugirió que se produjera en forma de cubitos que serían sencillos tanto para apilar como para contar. Parecía algo fácil, pero aun así el proceso se prolongó casi dos años hasta que se pudo comercializar.
Antes de que los terrones de azúcar vieran la luz fue necesaria la construcción de una prensa que permitiera cortar de forma mecánica los bloques de azúcar. Krystoff, que ya había modernizado la fábrica a la que había llegado en 1840 con nuevas máquinas, decidió seguir innovando y así creó una prensa con la que se podían partir las planchas de azúcar todavía sin terminar de secar en forma de cubitos. De esta manera, en el otoño de ese mismo año Juliana recibió el primer paquetito de azucarillos. Sin embargo, todavía faltaba para que el resto de hogares del país pudieran dejar de ver peligrar las yemas de sus dedos.
Krystoff tuvo que pedir permiso a finales de 1842 a la Cámara de Comercio en Viena para poder tener el privilegio de manufacturar terrones de azúcar en Dacice y poder comercializarlos. En aquel momento lo que es hoy la República Checa formaba parte del imperio austriaco, que en 1848 pasaría a ser el imperio austrohúngaro, por lo que Krystoff tuvo que hacer esta petición en Viena y no en Praga. Tras un periodo de reflexión, el 23 de enero de 1843 recibió la aprobación para que fabricara esta nueva forma de azúcar.
A pesar de las esperanzas que el directivo de la refinería había depositado en este nuevo formato, los terrones no lograron salvar la fábrica. Desde la primera mitad de la década de 1840, la empresa ya venía sufriendo una situación económica crítica y la producción de terrones no consiguió la ansiada mejora. Así, en 1846 Krystoff decidió abandonar la ciudad junto con su familia numerosa –la pareja tenía 16 niños-.
La fábrica siguió en funcionamiento hasta cesar su producción en 1852. Casi diez años después, el edificio fue derruido a excepción de los sótanos. Un final un tanto triste para una fábrica que endulzó a tantos hogares. Sin embargo, el invento del azucarillo no quedó en el olvido y en 1983 se construyó un monumento para homenajear el invento local. Sobre una plataforma de granito descansa ahora un terrón de azúcar de piedra, un memorial para los amantes de este edulcorante, que se completa con una parte de la exposición del museo local donde se narra su historia, se cuenta su evolución y se hace referencia a la figura de su inventor. Aunque quizá el mayor homenaje que pueda recibir Krystoff ocurre cada vez que alguien abre un azucarillo para endulzar su café o su té.
Vía | Revista Ling