La cautividad de un centenar de cetáceos moviliza a activistas de todo el mundo. El Gobierno ruso pide que se liberen
Son un centenar. Y llevan meses viviendo en reducidas piscinas en el mar de Ojotsk, al Este de Rusia, en el Pacífico. Once orcas y 87 ballenas beluga permanecen atrapadas en corrales marinos en lo que activistas y expertos han bautizado ya como la
cárcel de ballenas del lejano oriente ruso. Fueron capturadas a finales de 2018 por cuatro empresas rusas, conocidas por suministrar animales marinos a acuarios y delfinarios, y su situación ha movilizado a organizaciones ecologistas nacionales e internacionales. Alertan de las penosas condiciones en las que las mantienen sus captores y aseguran que su destino es ser vendidas a parques acuáticos en China. Algo que vulneraría la ley. La fiscalía rusa ha abierto una investigación por presunta caza ilegal contra las empresas captoras.
Las denuncias de organizaciones como Free Whales, Green Peace o Sakhalin Watch sobre la situación de las ballenas cautivas en el lejano oriente ruso, a las que se han sumado voces como la de los actores estadounidenses Leonardo Di Caprio o Pamela Anderson, ha forzado al Gobierno ruso a reaccionar. También las imágenes aéreas que muestran a las ballenas en las pequeñas piscinas. El Kremlin ha reclamado a las autoridades regionales que investiguen el caso y que libere a los cetáceos recluidos. Sin embargo, días después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, diera la orden de remediar la situación, estos animales siguen en su prisión marina. Las empresas cazadoras aseguran que todo el proceso ha sido legal y que los cetáceos están perfectamente.
Oxana Fedorova, de la ONG rusa Save Dolphins, reclama que los animales están lejos de encontrarse en buenas condiciones. Asegura que investigaciones de su organización y otras especializadas desvelan que están sufriendo. “La bahía está todavía cubierta con bastante hielo y eso es peligroso en estas circunstancias”, señala la activista. Dmitri Lisistsyn, director de Sakhalin Environment Watch, otra ONG local, explica que pese a que estos cetáceos están acostumbrados a nadar a temperaturas muy bajas, no lo están a hacerlo en espacios tan reducidos. Además, dice, suelen migrar al sur en invierno.
“Suelen hacer hasta 100 kilómetros diarios y ahora están hacinadas en esos corrales diminutos de 10 por 12 metros, lo que dificulta que puedan mantener su temperatura corporal en el agua helada”, denuncia Lisistsyn que, junto a un grupo de expertos, pudo visitar la
cárcel de ballenas acompañado de las autoridades regionales.
En Rusia no es ilegal cazar ballenas. Pero sí lo es –como en el resto del mundo, desde 1982, aunque hay países como Japón, Islandia o Noruega que sí lo hacen con fines comerciales-- hacerlo con fines comerciales. La ley permite capturar cetáceos con fines científicos o educativos. Sin embargo, la norma dicta que solo organizaciones rusas pueden hacerlo, que los animales marinos seguirán siendo propiedad de Rusia y que está prohibido usarlos para cualquier actividad comercial fuera del país, como explica el representante de la fiscalía rusa, Alexánder Kurennoy, en un comunicado.
Pese a la ley, las organizaciones ambientalistas y los activistas locales afirman que las cuatro empresas cazadoras –que mantienen juntos a los animales en la
cárcel de ballenas— tienen intención de vender los cetáceos a acuarios chinos o incluso a propietarios privados en el país asiático. “Estar recluidas en un acuario no tiene nada de actividad educativa o científica”, señala el activista Mijaíl Pochuev, que sostiene que la pesca ilegal de estos cetáceos tiene un mercado tan poderoso que las autoridades no están haciendo nada para combatirlo. Reclama más controles y la participación de las organizaciones ecologistas y animalistas en la coalición designada para controlar las capturas.
Entre 2013 y 2017, Rusia exportó al menos una quincena de orcas a China, según datos aduaneros citados por la agencia Ria. Cada ejemplar se vende por un millón de dólares, aunque los acuarios chinos explican en sus web que el precio de una orca comprada en Rusia puede ser de unos 6,5 millones de dólares; un negocio millonario, critica. La comercialización de cetáceos alimenta un mercado negro sobre todo en China.
Captura ilegalLa fiscalía ambiental de Vladivostok –de la que depende el recinto marino-- cree que las cuatro compañías cazadoras rusas capturaron a las ballenas después conseguir un permiso de la Agencia Federal de Pesca. Sostiene también que este permiso se obtuvo de forma irregular, ya que ninguna de las cuatro compañías puede acreditar que los animales participarán en actividades científicas o culturales. Y un detalle más: pese a que no hay datos sobre la relación directa de compraventa de las empresas cazadoras con acuarios en China, altos cargos de estas compañías ya fueron multados antes por captura ilegal de ballenas.
Las empresas --Bely Kit, Afalina, Oceanarium DV y Sochi Dolphinarium-- eludieron contestar a este diario, pero hace unas semanas afirmaron a la prensa local que tienen todos los permisos en regla. Además, hace unos días, en una visita de la prensa local a las piscinas marinas --en la que a los periodistas no se les permitió filmar ni sacar fotos--, los responsables de las compañías reconocieron que el destino previsto para las ballenas es ir “a trabajar a un acuario”. “No les estamos enseñando ningún truco todavía porque estos animales trabajarán con otras personas que tendrán sus propios métodos”, afirmó Andrei Nasonov, uno de los empleados de la
cárcel de ballenas a la agencia rusa Interfax.
Nasonov y el resto de trabajadores del recinto se llaman a sí mismos “entrenadores” de cetáceos. Afirma que la más joven de las ballenas tiene dos años y la mayor, seis. Datos que contradicen los cálculos de los expertos, que aseguran que en los corrales marinos de la bahía de Srednyaya hay al menos 15 ballenas beluga bebé. Los activistas señalan además que al menos tres de las crías, y una ballena adulta, han desaparecido de las piscinas marinas. “Eso indica que han muerto, es imposible escapar de esa cárcel”, afirma Fedorova.
El activista Lisistsyn alerta además de que muchas ballenas mueren durante la captura, enredadas en las redes de pesca. O poco después, incapaces de lidiar con el estrés y la enfermedad. Su ONG y otras tres recogen firmas para exigir la liberación inmediata de los animales. Ya tienen casi un millón. Además, han demandado a tres agencias gubernamentales rusas. Alegan que están obligadas a confiscar estos animales salvajes de origen ilegal y devolverlos a su hábitat natural. El ministro ruso de Medioambiente, Dmitry Kobylkin, ha afirmado que están en ello. Pero los expertos alertan ahora de que todo dependerá del estado en que se encuentran los cetáceos. Mientras tanto, siguen en la prisión de ballenas del lejano Oriente ruso.
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