Se dice que el arte puede transformar hasta el más árido espacio, en un lugar lleno de vida y significado.
La mejor prueba es esta iniciativa llevaba a cabo en las calles de Túnez, dentro de un barrio con casas sencillas pero que fungen como perfectos exponentes de la arquitectura oriental y la cultura en esta parte del mundo.
Hoy, es el primer sitio que funciona como un auténtico museo al aire libre.
El poblado de Er-Riadh se convirtió en el absoluto protagonista de la convocatoria. Este distrito, aislado de los caminos turísticos habituales en Túnez, ofrecía lienzos perfectos en sus paredes.
Fue en el 2014 cuando el proyecto Djerbahood, invitó a 150 artistas internacionales a intervenir en sus muros, plasmando un pedacito de su talento para transformar el distrito en algo excepcional.
Todos ellos se reunieron en las calles de Er-Riadh a pintar fantásticos murales, que abarcaban las más variadas temáticas y corrientes artísticas.
Cada artista se hizo cargo de entra una y cuatro viviendas, de modo que el total de obras asciende a unas 200. Y es increíble ver la forma en la que lograron cambiar el entorno de decenas de ciudadanos
Animales fantásticos como unicornios, o criaturas más cotidianos como pulpos y gatos, retratos que representan la vida de las personas o sus costumbres en Túnez, escenas cósmicas o abstractas, que nos hacen pensar en el universo que nos rodea o el significado de la vida.
Algunos relieves preciosos como flores o diseños muy orientales, componen algunas de las pinturas que es posible encontrar por aquí.
Lo más hermoso de este arte en sí, no es solamente la participación de tantos artistas, provenientes de 30 países diferentes.
Sino la reconciliación de musulmanes, cristianos y judíos que se vieron implicados en esta iniciativa.