Los vaqueros jamás pasarán de moda. Es una prenda tan democrática, tan económica y tan agradecida -le sientan bien a todo el mundo- que va a ser difícil que nos abandonen.
Además, es tremendamente duradera: un buen vaquero está hecho de un algodón tan resistente que puede durar años. Pero la gente suele cometer un error con los pantalones vaqueros, que hace que su vida se acorte de manera importante:
los lavan. Al hacerlo, no solo están perdiendo la forma, s
ino que también el tejido pierde resistencia y es más fácil que se rompan. Por no hablar de la pérdida de color que se produce.
Es más, muchos vaqueros están diseñados para que
en ellos se vayan formando arrugas y se pierda el color de manera natural mediante el uso, para que después de usarlos meses, adopten su aspecto definitivo, más gastado y único que el original.
Para poder llegar a ese ‘
diseño final’, no debemos lavarlos nunca. Sé que suena fatal, pero si tenemos cuidado con las manchas, es posible llegar a ese objetivo.
El único problema será el olor, pero hay cuatro formas de acabar con él. La primera es meter los pantalones en el congelador durante una noche, sin bolsa y doblados (para que nos quepan). El frío matará a las bacterias que haya en ellos y eliminará las partículas de mal olor.
La segunda manera nos la recomienda Joe Zee, redactor jefe de Yahoo Style en Estados Unidos. Él, que trabajó durante años en Levi’s,
mete en una botella que tenga un spray -como las que se utilizan para regar plantas-
una mezcla de vodka con un poco de spritz (no mucho, solo un pequeño chorro). Según asegura, echar la mezcla con el spray en determinadas zonas del pantalón -en las que huelan más- elimina los malos olores.
Otra forma de eliminar los olores es meterlos en la secadora durante 20 minutos, sin haberlos lavado antes claro. Quien ha probado este truco asegura que ponérselos después es como volver a estrenarlos.
Y la última manera es la más simple, pero también la que más tarda:
colgarlos al aire libre para que sea el viento el que se lleve los malos olores. 24 horas en un tendedero hacen milagros.
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