Prepararse para agradar. Así se abría el telón todos los días... Con el show del aparentar. Mirarse al espejo por las mañanas, respirar hondo mientras se recuerda el libreto y montar el espectáculo de la farsa. Este teatro cotidiano era el día de hoy tan antiguo en su vida que ya se lo creía real, creía ser el propio personaje. Ella misma había sido engullida por su propio montaje. Había perdido toda espontaneidad. Como un perro de Pavlov se fue condicionando por la sonrisa de los demás a través de estos años. Se fue moldeando tomando como guía la aceptación de ciertas personas y del rechazo de otras.
Porque no hay nada mejor para sentirse mas cerca de algunas personas que alejandose de otras.
Se vestía pavlovianamente, hablaba pavlovianamente y escuchaba la musica, miraba las películas y leía los libros que bajo su condicionamiento harían desfilar las sonrisas que ella tanto necesitaba para sedar su dolor. El dolor de no ser aceptada, de no ser amada, admirada, de no ser nadie, de ser común, de ser lo que ella era.
Se desvío así de su verdadero yo. Todo el tiempo afectando su personalidad para dibujar en el conciente de las demas personas una personalidad interesante, inteligente y diferente.
Así terminó rodeada de una caterva de farsantes. Todos tratando de que los rayos del sol se reflejen sobre ellos de manera diferente a los demás. Unos patéticos imbéciles encerrados todos en el misma sala de teatro. Todos unos artistas de la autorepresión, suprimiendose, aboliendo se libertad de dejarse ser. Buscando la felicidad a través de la aceptación y reconocimientos de otros tantos necesitados de lo mismo. Oh! que interesante eres!, Oh! que inteligente!, oh! qué original! Cuanta personalidad! Esas expresiones eran sus premios, sus medallas doradas.
Con cada una de ellas se anestesiaban más y más.
Si tan solo fueran ellos un solo día... si dejaran las mascaras en las casas... Seguramente encontrarían personas que las querrían como son. .
anonim@