La bodega, situada en la Bahía de Plentza (Vizcaya, País Vasco) es el primer laboratorio enológico submarino del planeta.
Además cuenta con una reserva impresionante, nada menos que diez mil botellas de vino que evolucionan hacia el estatus de crianza o gran reserva según las corrientes submarinas del mar cantábrico.
¿Qué ganan los caldos con este original sistema de maduración? Borja Saracho, responsable de Bajoelagua Factory, la empresa que ha puesto en marcha el proyecto, lo explicaba así en el diario
ABC: "El sistema proporciona un aroma más potente y sedoso a los vinos que se nota nada más entrar en la boca; Estudiamos las botellas cada tres meses, así tenemos una fotografía clara de su evolución; El mar ofrece unas condiciones distintas por su profundidad, temperatura, y luminosidad", explica.
El proyecto comenzó de manera más ambiciosa, incluyendo whisky, sidra y chacolí. Poco a poco se fueron centrando en el vino, que ofrecía los resultados más distinguibles. La mejor acogida la han tenido en China, donde comercializan hasta 20.000 botellas bajo el nombre Robison Treasure.
Algunos clientes hacen pedido con tres o seis meses de antelación para disfrutar del vino. Ya tienen vendidas las primeras 5.000 botellas de 2013. Han triunfado en el mercado de coleccionista por la cuidada presentación, con números de serie, empaquetado de lujo y libretos explicativos.
No se trata de un producto barato: el precio medio por botella ronda los 150 euros. Los más lanzados pueden pagar un extra por el privilegio de bucear y recoger personalmente tu propia botella del rincón submarino donde va perfilando.
¿Cómo empezó todo este proyecto de bodega submarina, que algunos consideran tirando a excéntrico? En 2010, cuando un grupo de buceadores encontró en el Mar Báltico, entre los restos de un barco hundido, una treintena de botellas de champán del siglo XVIII.
Para sorpresa de muchos enólogos, los caldos tenían un sabor "fantástico" que incluso había desarrollado "trazas de madera y tabaco". Ésta y otras experiencias en restaurantes chilenos, gallegos y catalanes inspiraron a la empresa bilbaína Bajoelagua Factory para desarrollar su enoteca-laboratorio submarino.
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