Verano en el lago Lemán

Lemán en verano: así se remojan los suizos

Suiza es un país que fue capaz de ganar la Copa América de vela sin tener salida al mar. Es decir, que se lo saben montar bien sin necesidad de oleaje y salitre. Y entre todos los lagos donde quitarse el mono de playa, el que más relumbra es el Lemán por su considerable longitud, su constante actividad cultural, y ese regustillo lujoso que sofistica cualquier comportamiento dominguero.


Circunvalar el lago en bici, a lo largo de 173 kilómetros

CIRCUNVALAR EL LAGO EN BICI. Los bordes cortantes de la cordillera alpina le aportan al Lago Lemán un toque especial y lo hacen único para el cicloturismo. Simple y llanamente porque uno se cree Bahamontes en plenos Alpes sin tener que subir ni bajar ningún puerto. La constante presencia de las cumbres aún pelín nevadas acompaña a un trayecto sencillo, para toda la familia y bien seguro, ya que hay un carril bici delimitado y muy respetado. En total, 173 kilómetros que permiten, por ejemplo, descubrir que la parte francesa con Ivoire y Évian a la cabeza también tienen mucho que aportar a las postales idílicas del lago.


Montreaux con jazz, la cita ineludible de los melómanos

MONTREAUX CON JAZZ. La CITA cultural con mayúsculas de todo verano es el Festival de Jazz de Montreaux. Aún queda una semana para disfrutar de un cartel que suele mezclar valores seguros con alguna que otra sorpresilla tanto patria como internacional. Y todo ello en el centro de congresos de la lujosa ciudad, un espacio cuya acústica es sencillamente perfecta. Sí, es cierto que el hecho de ser cubierto le hacer perder el sabroso y sudoroso polvo de los festivales más cañeros, pero en pocos sitios como éste se puede gozar tanto y con tan buena acústica de los buenos acordes.


Durante el festival de jazz, Montreaux se vive en las calles y de terraza en terraza

— Al margen de lo oficial, de lo VIP que se sienta uno con la pulserita en la muñeca, hay todo un submundo fucsia y multicultural fuera de las salas. Alrededor de su paseo lacustre, Montreux recibe a unos 250.000 visitantes durante estos días que solo buscan el ambientazo de sus puestos de comida, de los pequeños muelles supletorios que se convierten en Biergartens y de los conciertos gratuitos de su parque. Además, las autoridades locales no suelen poner ningún problema a que se organice cualquier espectáculo improvisado, como son las batucadas samberas brasileñas o los descensos en paracaídas para gusto del personal.


in jazz, Montreaux vuelve a su elitista forma de vida, como en la terraza del Petit Palais

MONTREAUX SIN JAZZ. Fuera de las fechas señaladas, Montreux vuelve a su elitista vida. Desde que Rousseau y Lord Byron pusieran de moda este lugar de cálidas temperaturas y vistazas al lago y a la montaña, las apenas dos calles de este pueblo se han llenado de famosos y otros visitantes con parné. Todos sus hoteles son de lujo y el cogollo de pan se paga como si fuera caviar. Su famoso paseo lacustre se recorre con más calma para ir poco a poco descubriendo estatuas y mitos como la estampa inmortal de Freddy Mercury o la gliptoteca de famosos (BB King, Stevie Wonder…) enfrente del Palace. Y también ciertas anécdotas como la composición de ‘Smoke on the water’ de Deep Purple, inspirada por el incendio del casino de Montreux y por las cenizas que se iban depositando sobre la superficie del agua. El lago se puede saborear con una buena zambullida en cualquiera de las escaleras que, desde los muelles, invitan al baño. La cita con la gastronomía se tiene al atardecer en la terraza del Petit Palais probando su famoso pescado del lago, los filets de perche acompañados de un vino de Lavaux. Finísimo.


VISTAS DESDE EL CASTILLO DE CHILLON. Al castillo de Chillon hay que ir tantas veces en la vida como hijos y nietos se tengan (+1, por la visita propia). Pero en verano, sobre todo, merece la pena homenajear a un lago que en sus alrededores se presenta azulísimo echándole un vistazo desde cualquier abertura. Da igual que sea desde las ventanas góticas del palacio de los Saboya, desde las rejas de la prisión donde estuvo el famoso prisionero de Chillón o mirando a través de las letrinas. Y para rematar la faena está la subida a la torre mayor, desde donde se alcanza a ver toda la animada Riviera de Montreux.



VEVEY SHORE. Vevey no tiene ni el glamour de Montreux ni el lujo de Lausana y ni falta que le hace. Con ser el hogar de Nestlé le es suficiente. La que es una de las poblaciones más antiguas del lago se desnuda en el estío con una pequeña playa en su Grande Place. Y aunque sus pedalós y sus hamacas llaman al apoltronamiento, merece la pena patear un poco para encontrar a Charles Chaplin con sus rosas en flor y al enorme tenedor que trata de pinchar el lago y que alerta sobre la presencia del Alimentarium, ese museo-espacio interactivo-show cooking que Nestlé tiene puesto en la ciudad. Y un poquito más alejada, superando las oficinas centrales de la multinacional alimenticia, la Villa Le Lac, una estrechísima residencia que Le Corbusier levantó para sus padres.



LAVAUX TIENE UN COLOR ESPECIAL. No es tiempo de vinos, pero sí de paseos. Los viñedos de Lavaux están en pleno verdor mientras que sus viñadores rezan para que la cosecha no se atrase demasiado. Pero al visitante lo que de verdad le gusta es poder darse un paseo tranquilo en un espacio que es Patrimonio de la Humanidad (aquí se lleva cultivando vides desde tiempos inmemoriales) sorteando terrazas y viñedos. El turismo pedestre gana enteros dejando el tren en Epesses y recorriendo la famosa cornisa y sus muros. Y para refrescarse, una de las mejores playas improvisadas de todo el lago se encuentra bajo esta estación ferroviaria, justo en la desembocadura del río d’Enfer.



MERCADILLO Y TERRACEO EN LAUSANA. Cada miércoles y sábado, la correcta Lausana se despendola ligeramente en su mercado callejero. Y al despelote general, el verano le añade más colores y más alternativas, además de una espectacular bandera que ejerce de parasol en frente del ayuntamiento. El zigzagueo mercadillero merece un descanso y ahí está el balcón de Nespresso para aportarlo. Porque sí, las marcas son globales, pero las terrazas son únicas y en este caso, la de la famosa cafetería, se lleva la palma por sus vistas a la catedral.


EL VERDE EMPIEZA EN OUCHY. La ribera de Lausana da la bienvenida con su impresionante castillo de Ouchy. Aquí comienza un paseo con muchas posibilidades de que se vaya de las manos a lo largo del quai, pero que se puede disfrutar con detalle si se aborda con calma. Hasta el museo olímpico se suceden grandes jardines de hotelazos como el Anglaterre o el Beau Rivage en una rivera que demuestra por qué Lausana es una de las ciudades más verdes del mundo. Y ahora, con la renovación y obras de su sede habitual, el Museo Olímpico se mimetiza como nunca con el lago siendo albergado en un barco antiguo amarrado al muelle. Una versión más corta que la clásica exposición pero igual de interesante y atractiva con joyas como las medallas y antorchas de todos los Juegos Olímpicos o el balón firmado por el mítico Dream Team de Barcelona ’92. Y si se cambia de dirección, se llega a las cincuentonas piscinas de Bellerive Plage, lo más cercano a una playa que hay en la ciudad.


A BORDO DE LA BELLE EPOQUE. Probablemente, el colmo del turismo viejuno por el lago sea recorrerlo en los barcos de la Belle Epoque. Estos pequeños Titanics lacustres unen los puertos más importantes con una velocidad sorprendente y unos modales ejemplares. El capitán saluda a todos los barcos con los que se cruza, el silbato anuncia las llegadas y la estética de principios de Siglo XX se respeta al máximo. Hay primera y segunda clase, hay escalera por la que hacerse el digno y hasta un restaurante algo repollo con una carta limitada pero con unas vistas inmejorables. Ah, no dejen de probar el helado con forma de Toblerone: Gozada + gozada= doble gozada.


LOS BAÑOS DE PÂQUIS. Atención, alerta. Si usted está esperando que se hable de Ginebra como la Meca del mundo diplomático y del traje italiano lo lleva claro. Porque la capital (y final geográfico) del lago ha bebido de tantas culturas y de tanto mestizaje que ha perdido todo tipo de complejos. Y uno de los ejemplos más claros son los baños de Pâquis, un muelle alargado que nace en el popular barrio de Pâquis, justo cuando el lago se convierte en el río Ródano. Con una estética centenaria y una considerable superficie, esta estación de veraneo en plena ciudad tiene desde playas para familias, hasta piscina para niños y plataformas para saltos de altura. No falta ni el hamman, ni la zona de masajes, ni alguna intervención artística en pleno agua, ni el área solo para mujeres. Y todo en un clima muy natural, con la desnudez asimilada, sin el terror de encontrarse con el jefe, con precios asequibles (menos de 2 € la entrada) y con el indescriptible placer que da nadar enfrente de tanto lujo y de ese chorrazo gigante llamado Jet d’eau.


BICICLETEANDO GINEBRA. Las bicicletas son para el verano y en Ginebra mucho más. Ese tiempo ratonero y endiablado que vuelve loco a los ginebrinos no permite que los manillares se apoderen de la ciudad todo el año, pero sí durante los meses cálidos. De ahí que haya nacido hace pocos meses Vélo Cruiser City Tour, una empresa de gente joven que ofrece visitas por la ciudad dando pedales. Una forma más rápida, menos asfixiante y más sorprendente de llevarse una impronta de Ginebra. Además, sus guías abren las puertas de la cultura popular y underground de la ciudad, ofreciendo paradas en los barrios más alternativos y cervezas en los bares menos sofisticados. Lo más veraniego de esta indie-visita son los skater del nuevo parque de Planpalais y la terraza colorida de La Barje. Vamos, que al final la bicicleta es solo una excusa.


PEDALÓ DELUXE. Cruzar el lago en Ginebra es más divertido si se hace en cualquiera de los cacharros que flotan que se alquilan en el muelle Gustave Ador. En cuestión de originalidad, la palma se la lleva Les Corsaires, donde se rentan por horas desde los clásicos pedalós hasta en mini barcos motorizados, pequeños veleros y otros objetos flotantes no identificados. Un paseo gozoso, soleado pero valiente, ya que la amenaza de que el Jet d’Eau descargue todo su arsenal acuático sobre las cabezas de los más inocentes es bastante real. La opción más económica para probar la navegación sobre el Lemán consiste en coger cualquiera de los barcos de la empresa municipal de transporte y tocar las dos orillas en apenas 15 minutos.

fuente

Bonito lugar...muy conservado, limpio y delicado que mereceria un buen baño  






El lago Lemán, inspiración de 'celebrities'
¿Qué tendrá este rincón suizo que tanta hospitalidad ha dado a personajes famosos? Pues, en pocas palabras: un entorno de inspiración, enmarcado por las altas montañas de los Alpes, con sus laderas cubiertas de viñedos, sus veleros rozando las aguas azules y encantadoras ciudades en sus orillas.