Existe cierto número de legendarias ciudades perdidas en el fondo del
océano Atlántico y en los mares Mediterráneo, Egeo y Caribe. Existe
también cierto número que en verdad quedaron sumergidas, aunque no
perdidas, puesto que se conocen perfectamente sus localizaciones
exactas. Es el caso, por ejemplo, del antiguo centro costero romano de
Baiae que se encuentra no muy lejos de Nápoles y ha sido explorado y
fotografiado intensivamente por submarinistas trabajando a una
profundidad de 15 a 20 metros. O de Síbaris, cuyo nombre se ha
convertido en sinónimo de forma de vida lujosa o "sibarita", y que yace
en el fondo marino del golfo de Tarento. Partes de Cartago, Leptis
Magna, Tiro, Cesarea, Alejandría, y otras grandes ciudades, siguen aún
bajo las aguas del Mediterráneo.
Estas ciudades se hundieron en el mar como
resultado de la acción sísmica y se pueden localizar con facilidad a
causa de que los cronistas antiguos nos han dicho dónde se encuentran.
Sin embargo, algo inusual le sucedió a Heliké, una gran ciudad de la
Grecia clásica, que, en el 373 a. de C. (pocas décadas antes de que
Platón (429-347 a.C.) narrase la historia de la Atlántida en sus
diálogos Timeo y Critias), desapareció de la superficie durante un
terremoto y un maremoto, con todos sus edificios, calles, barcos y
millares de habitantes. Ninguno escapó a la imponente ola que barrió el
lugar, incluidos diez buques de guerra visitantes pertenecientes a la
flota espartana anclados en su puerto. Era la capital de la Liga Aquea,
compuesta entonces por doce ciudades griegas. Su santuario a Poseidón
únicamente era superado en popularidad por el de Delfos, y tenía
colonias en Asia Menor y el sur de Italia. En su día, la catástrofe se
achacó -como en el caso de la Atlántida- a la ira de Poseidón porque los
habitantes de Heliké no habían regalado la estatua de bronce del dios a
los colonos de Asia Menor o no les habían dejado usarla como molde para
una propia. Hoy, donde solía encontrarse Heliké, se hallan solamente
las aguas del golfo de Corinto.
Cuando las
aguas estaban transparentes era posible ver las ruinas de la ciudad en
el suelo marino. Durante centenares de años, Heliké permaneció en su
localización debajo del mar, perfectamente visible a través de las
cristalinas aguas. Los turistas romanos
de una época posterior al incidente contrataban barqueros griegos para
que les llevasen a fuerza de remo por encima de las bien conservadas
ruinas. Los turistas empleaban con frecuencia buceadores para que les recogieran monedas
y otros hallazgos de la ciudad sumergida. Los buceadores se zambullían
hasta 15 y 20 metros a través del agua con una visibilidad por completo
cristalina. Desde la superficie podía verse una estatua de Cace (Júpiter
para los romanos), aún en pie en medio de las ruinas. No obstante,
hacia el final de la ocupación romana de Grecia, otro terremoto abrió el
suelo marino bajo esta Pompeya sumergida y luego se cerró encima de
ella. Heliké, en la actualidad perdida, pudo haber contenido tesoros de
un valor mucho más considerable que aquellas monedas de plata y oro que
los submarinistas andaban buscando.
¿Perdida o
semiperdida? Después de años de rastreo del subsuelo marino en el golfo
de Corinto, el proyecto Heliké (un plan de búsqueda de décadas llevado a
cabo por arqueólogos, museos...) acabó dando ciertos frutos gracias a
que la investigadora Dora Katsonopoulou releyó los textos clásicos y
concluyó que el poros en el que los autores afirmaban que se había
hundido la ciudad no solamente podía ser el mar, sino también una laguna
interior; aunque en la actualidad no existe en la región nada parecido a
una laguna. Pero a un kilómetro tierra adentro y a tres metros bajo
tierra cerca de la población de Rizomylos, los técnicos hallaron los
restos de una ciudad del siglo IV a. de C., debajo de una fina capa de
arcilla con conchas de moluscos acuáticos. Lo más sorprendente es que, a
150 metros de la Heliké clásica, los arqueólogos descubrieron una mucho
más antigua -de entre 2600 y 2300 a. de C.- que ya era una ciudad
importante y mantenía contactos con la Troya de la época. Esta Heliké de
la Edad del Bronce, desconocida hasta ese momento, también tuvo un
final trágico y fue sepultada en el agua por un terremoto y un tsunami,
como su sucesora.
Mientras, y a menos que una
nueva conmoción terrestre lleve de nuevo a la superficie a la ciudad,
Heliké yacerá donde está para siempre, a un tiempo perdida y no perdida a
algunas millas náuticas al este de la actual ciudad de Aíyion, en la
costa norte, y a una distancia desconocida debajo del suelo marino del
golfo de Corinto.
¿Se inspiraría Platón en la
Heliké clásica a la hora de destruir la Atlántida? Nunca lo sabremos con
certeza pero es probable que sí, ya que la proximidad temporal del
hecho y el recuerdo de una gran ciudad griega castigada por Poseidón y
borrada del mapa de la noche al día, le sirvieran de materia prima para
tan bello relato legendario.
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