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Dice el saber popular que
los hombres estamos continuamente pensando en el sexo.
Según algunos llegamos incluso a una media de una vez cada siete
segundos, lo cual supondría que a lo largo de un día normal son unas
8.000 veces. Desde luego, no seré yo el que niegue que el tema en
cuestión ocupa una parte importante de nuestros pensamientos, pero
tampoco creo que pueda decirse que lleguemos a esos extremos. Hace poco
la Universidad Estatal de Ohio (EEUU) ha publicado un estudio con el que
pretendía poner a prueba esta idea.
El estudio contó con la participación de 283 estudiantes (163 mujeres
y 120 hombres, la mayoría heterosexuales), con edades comprendidas
entre los 18 y los 25 años, que es en la que tanto hombres como mujeres
nos encontramos en el apogeo de la sexualidad. Ninguno de ellos sabía
que el objetivo final de la investigación era conocer sus pensamientos
sexuales. En primer lugar, se les sometió a una serie de cuestionarios
psicológicos para conocer sus opiniones y tendencias sexuales, y para
valorar su orientación emocional respecto tanto a la sexualidad como a
la alimentación. Después, se les dividió en tres grupos cada uno de los
cuales debía contar el número de pensamientos que dedicaban a la comida,
al sueño y al sexo (este último grupo era el más numeroso, todo hay que
decirlo). Para ello se les proporcionó un pequeño contador que debían
pulsar cada vez que tenían un pensamiento relacionado con el tema
asignado.
Los resultados pusieron de manifiesto que los hombres, como media, pensamos en el sexo ”sólo” unas 19 veces al día. Las mujeres, aunque lo hacen mucho menos, tampoco dejan de lado el asunto ya que llegan a unas 10 veces al día.
Respecto a la comida y al sueño la cosa está un poco más igualada, pero
seguimos ganando los hombres: pensamos 18 veces al día en comida frente
a las 15 de las mujeres, y 11 veces en dormir frente a 8 de ellas.
Estos resultados, además, se vieron reforzados por los datos recogidos
en los cuestionarios previos, en los que los hombres habían mostrado también mayor inclinación hacia el sexo, la comida y el sueño.
Dicho de otro modo,
los varones dedicamos casi tantos pensamientos diarios a comer como a las necesidades sexuales, y algo menos al descanso.
Las mujeres dedican más tiempo a pensar en la comida que en el sexo, y a lo que menos espacio mental destinan es a dormir.
Más allá de la curiosidad de los resultados, con los que posiblemente
casi todos estemos de acuerdo, conviene reflexionar sobre su
explicación. Una hipótesis podría ser, por ejemplo, que todavía existe
una
fuerte herencia cultural que predispone a la mujer a cuidar
más de las necesidades de los demás, mientras que el hombre está más
acostumbrado a pensar en sus propias necesidades.
Por otro lado,
si dentro de la sexualidad se incluyeran
comportamientos como los besos, las caricias, los abrazos o la necesidad
de sentirse querido (lo que en todo caso supondría ampliar tanto el concepto que seguramente ya estaríamos hablando de otra cosa),
es muy posible que las diferencias entre hombres y mujeres fuesen mucho menores.
En todo caso, son necesarios más estudios que permitan valorar la
verdadera diferencia entre hombre y mujeres en estos temas. Hay aspectos
como la educación, las experiencias previas, el entorno o la biología,
que hacen a cada persona única e irrepetible y que dificultan las
generalizaciones.
Muy curioso, pero nada sorprendente