El lápiz nació como Frankenstein,
gracias al rayo de una tormenta que cayó en el humilde pueblo Borrowdale, en la región inglesa de Cumbria.
La tormenta había arrancado de raíz un roble gigante, dejando a la
vista una sustancia que parecía una especie plomo adherido a las raíces
más profundas. Era la primera prueba de la existencia de
una mina de grafito muy puro (aún hoy la mina de grafito más puro que se conoce en el mundo).
Aquel plomo negro de Borrowdale se usó durante mucho tiempo en
pequeños trozos llamados marca-piedras, pero sobre todo lo usaban los
pastores de Cumbria para marcar a las ovejas. En poco tiempo,
el rumor de la existencia de una roca capaz de pintar se extendió por toda Inglaterra y, finalmente, por el resto de Europa.
Hoy, la ciudad de Keswick, Inglaeterra, cercana a la zona del
hallazgo original del bloque de grafito, tiene un museo del lápiz: el
Cumberland Pencil Museum. La peculiaridad de su ubicación reside en que el suelo está repleto de grafito.
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