«Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a
ocurrir». Con solo once palabras, el rey pidió ayer perdón a los
ciudadanos por su inoportuno viaje a Botsuana a cazar elefantes -en
medio de una situación económica gravísima- que solo se conoció al
romperse la cadera y tener que ser intervenido quirúrgicamente. Un gesto
sin precedentes en la Corona que llegaba después de la avalancha de
críticas que ha recibido por su comportamiento desde muchos sectores
sociales, ya que se encontraba fuera del país la misma semana que España
estaba en el ojo del huracán de los mercados y con un gravísimo
conflicto abierto con Argentina.
Don Juan Carlos quiso disculparse con la mayor
rapidez posible y lo hizo en la primera oportunidad que ha tenido.
Reconoció su error en una brevísima comparecencia grabada en el hospital
USP San José, poco después de recibir el alta médica. «Majestad, muy
buenos días, ¿cómo se encuentra, por favor?», le preguntaron tras
franquear la puerta de la habitación de la tercera planta del centro
médico madrileño que ocupaba. «Mucho mejor y agradezco a todo el equipo
médico y A la clínica como me han tratado. Estoy deseando retomar mis
obligaciones y lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir.
Y gracias por vuestro interés estos días y estar aquí tanto tiempo»,
respondió el monarca siguiendo el guion establecido, con semblante
compungido y triste sin apenas mirar a la cámara que le enfocaba.
Después abandonó el lugar con la ayuda de dos muletas.
El monarca respondía así a la creciente demanda
de casi todos los partidos, con la excepción del PP, y las
descalificaciones de muchos ciudadanos, que tuvieron su máxima expresión
en las redes sociales. Utilizó palabras muy medidas y estudiadas,
pronunciadas como si se tratara de algo informal, pese a su
trascendencia histórica.
Consciente del escándalo El jefe del Estado tomó la decisión de pedir
disculpas públicamente el pasado lunes por la mañana, una vez que fue
plenamente consciente -como se encargó de trasladar la Casa Real de
forma extraoficial- del escándalo que había desatado su safari por el
país africano en medio de una gigantesca crisis económica, aireado
además por los medios de comunicación más prestigiosos de todo el mundo.
Y quería hacerlo en la primera comparecencia pública que tuviera,
acelerando lo más posible la concesión del alta por parte del equipo
médico.
Una decisión que adoptó antes de que se
conociera que Diego Torres, exsocio de Iñaki Urdangarin, había entregado
al juez tres comprometedores correos electrónicos que supuestamente lo
vinculan con los negocios de su yerno, lo que agravó aún más la
situación. Y también de que Cristina Kirchner decidiera llevar a efecto
su órdago de expropiar YPF a Repsol, lo que provocó que se echara en
falta su habitual eficacia mediadora.
El rey rompió los pronósticos que señalaban que
podría reconocer su equivocación deslizando algún comentario en un acto
protocolario, mediante un comunicado o una filtración. Pero confió en su
empatía y campechanía para entonar un mea culpa que dejará huella.
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