Desde que adquiere conciencia de si mismo, el ser humano ignora si mas alla de la mera voluntad de los padres, plasmada en un acto biologico, existe algo o alquien que determino su existencia. De su futuro solamente tiene la seguridad de la muerte, mas alla de la cual solo sabe que hay una interrogante. En su entorno, en su presente, desde su nacimiento, el niño tiene una dependencia absoluta. Y, por otra parte, su discurrir por el tiempo le crea necesidades continuas que tiene que satisfacer.
Todos nos preguntamos tarde o temprano que es la felicidad. Es el pensamiento al que nos lanzan nuestras necesidades. ¿Existe algun modo de vivir en un estadio en el que las necesidades esten satisfechas y, mas alla de esa satisfaccion, el grado de bienestar alcanzado se caracterice por el placer fisico o psicologico?
La felicidad es una añoranza en el corazon del hombre. Tenemos, en principio, la inercia de la vida que nos impulsa a seguir viviendo. Pero, junto a esta inercia, tambien existe la angustia que nos proporciona la conciencia de que podemos dejar de vivir en cualquier momento. La conviccion de que la vida no es eterna nos supone un limite inevitable a la felicidad. Las necesidades nos rompen el equilibrio biologico y nos sumergen en un estado de infelicidad, del cual salimos cuando las satisfacemos. Pero, ademas, el transcurrir del tiempo nos va haciendo pasar por momentos de placer psicologico o fisico mas o menos acusados. Y tendemos a identificar la felicidad con una prolongacion indefinida de esos momentos de placer y de ausencia de necesidad.
Casi todos nuestros movimientos, de una u otra manera, se dirigen hacia esa esperanza de felicidad. Y, para alcanzarla, trabajamos buscando los medios que nos la puedan proporcionar. Buscamos la via del exito en el trabajo pensando que el dinero es un instrumento imprescindible. Buscamos la belleza propia que pueda provocar la admiracion y aceptacion en los demas. Buscamos la belleza ajena, pensando que su contacto nos puede sumergir en un extasis. Pero conforme avanzamos en la vida, los sueños que vamos alcanzando se nos deshacen en las manos. Y esos desencantos nos hieren y nos dejan su huella. Una persona mayor es aquella persona que hace no tanto era una persona joven, pero con las heridas que esos desencantos y sufrimientos han ido dejando en su rostro. Y con esas experiencias el ser humano va adquiriendo una cierta sabiduria sobre su existencia. El joven piensa que la felicidad esta alla enfrente, en aquel horizonte: el horizonte de tal o cual acontecimiento esperable, el horizonte de cierta edad en la que podrian reconocersele determinados derechos, el horizonte de la terminacion de los estudios, el horizonte del encuentro con el amor, el horizonte... Luego, cada uno de estos horizontes nos confirman que no, que aquello que buscamos no esta ahi, sino mas alla, siempre mas alla. Y el paulatino desengaño hace del hombre un ser viejo: es decir, un ser con la conciencia de que mas alla de cada horizonte solo hay otro horizonte. Ni el dinero, ni el amor biologico, nada de eso proporciona aquella añoranza que es la felicidad.
Pero si miramos hacia atras y contemplamos nuestros esfuerzos, nuestra soledad, la inutilidad del dinero para hacernos felices, solamente podemos hallar algo parecido a ese sueño que es la felicidad: el calor humano, el arropamiento de los demas, la seguridad de que no estamos tan solos, la proteccion que pueden proporcionarnos otros seres, la emocion de otra piel que roza la nuestra confirmandonos que en este camino tan desconocido... no estamos solos.