Los célebres patos del hotel Peabody de Memphis

Estados Unidos es un país ligado a la historia de la música, y Memphis una de las ciudades estandarte de este arte. Más allá de ser el lugar donde residió y murió Elvis Presley,
cuyo espíritu aún vaga por sus calles en forma de múltiples homenajes,
también es el lugar donde nacieron otros artistas como Aretha Franklyn,
Carla Thomas o, más recientemente, Justin Timberlake. Allí vivieron
también Johnny Cash y B. B. King, por lo que es un lugar de peregrinaje
obligado no solo por los fans del Rey del Rock, sino también por los amantes del blues y de la música negra en general.

Es recomendable alojarse en un hotel céntrico cuando se visita Memphis. Solo así es posible disfrutar de la animada calle Beale,
el lugar donde se concentran los locales de música en vivo, sin
desplazarse en exceso ni sufrir por los horarios. Y una buena opción es
el Hotel Peabody, un magnífico cuatro estrellas que esconde un aliciente muy particular.

Su aspecto exterior es grandilocuente y, según se mire, un tanto
tétrico. Y en su interior nos espera una decoración aristocrática y algo
recargada, con ese punto ochentero tan norteamericano. La descripción
es la de un hotel como tantos otros, pero en este caso hay otro factor a
tener en consideración. Se trata de un espectáculo que se
produce cada día a las 11 h de la mañana y a las 5 h de la tarde, cuando
sus famosos patos pasean por la alfombra roja cual celebridades de Hollywood.
Esta familia de patos, formada actualmente por un macho y cuatro hembras,
residen en el hotel desde 1930. En ese año el gerente del Peabody,
Frank Schutt, decidió dejarlos en el hotel tras haberlos capturado en un
fin de semana de caza en Arkansas. Diez años más tarde un botones del
hotel con experiencia como domador de circo se ofreció a cuidar de
ellos, y los adiestró para que presentaran diariamente un entretenido
show para los clientes.

Así es como esta familia animal ha vivido a cuerpo de rey hasta el
día de hoy, pagando el único y bajísimo precio de realizar cada día una
misma rutina. Ellos residen en el ático, pero cada día a la misma hora bajan hasta el lobby en ascensor y en compañía de su botones- domador. Allí les espera una alfombra roja que conduce directamente a la fuente central del vestíbulo.




Tras realizar el recorrido entre flashes y glamour, los patos suben
unos pequeños escalones y se introducen en el agua de la fuente para
pasar allí las horas centrales del día. Por la tarde realizarán exactamente el mismo ritual de vuelta al ascensor, y descansan de su dura jornada en el ático hasta el día siguiente.

Aunque el espectáculo no tiene nada del otro mundo, hace las delicias
de los más pequeños de la casa y resulta divertido a los amantes de
estos animales. Así que es una buena forma de visitar esta ciudad de un
modo divertido, sobre todo si viajamos en familia. En caso de dudas, podéis haceros una idea de cómo es el show en este vídeo de Youtube.
viajarNV